Autor: Darlei Zanon.
Entre los diversos temas tratados en la nueva encíclica Fratelli tutti, el Papa Francisco también dedica una buena parte a la comunicación. Comienza, en los numerales 42-50, por denunciar una cierta ilusión que caracteriza a la comunicación de hoy en día -la falsa ilusión de cercanía, de construcción colectiva, de ayuda recíproca, etc.- sobre todo en las redes sociales, donde vemos que abunda el narcisismo, el odio, la agresión, la falta de respeto, la indiferencia, la dependencia, el fanatismo. Para superar esta paradoja, el Papa propone una comunicación de «sujetos» en vez de «objetos», con la complementariedad entre lo virtual y lo presencial, reiterando su convencimiento de la superioridad de la comunicación humana sobre el instrumento (véase también n. 205).
Francisco recuerda que, para construir puentes, para crear un «nosotros» consistente, necesitas unir lo digital a lo físico, crear espacios de escucha, acogida, diálogo, superando la hiperexposición narcisista: «Se suele confundir el diálogo con algo muy diferente: un febril intercambio de opiniones en las redes sociales, muchas veces orientado por información mediática no siempre confiable. Son sólo monólogos que proceden paralelos, quizás imponiéndose a la atención de los demás por sus tonos altos o agresivos” (n. 200). Destaca muy bien que «hacen falta gestos físicos, expresiones del rostro, silencios, lenguaje corporal, y hasta el perfume, el temblor de las manos, el rubor, la transpiración, porque todo eso habla y forma parte de la comunicación humana» (n. 43).
Para ilustrar y marcar el ritmo a toda su reflexión sobre la fraternidad y la amistad social, el Papa utiliza la parábola del Buen Samaritano, no por casualidad usada también en su primer mensaje para la Jornada mundial de las comunicaciones, en 2014. Esta parábola es, probablemente, el símbolo que mejor expresa su visión de la comunicación al servicio de la fraternidad y la auténtica cultura del encuentro.
Superado el primer impulso de insistir sobre las diferentes posibilidades que las nuevas tecnologías de la información ofrecen a la comunicación y al encuentro con innumerables personas procedentes de todo el mundo y, sobre la incoherencia de la sociedad en la red que nos acerca a los alejados y nos aleja de los cercanos -como recuerda muy bien el Papa en Fratelli Tutti- , para comprender mejor la parábola del Buen Samaritano asociada a la comunicación, propongo volver al elemento fundante de nuestra fe: la Encarnación del Verbo.
Dios -el Verbo, la Palabra-, se hizo hombre. Este es el encuentro fundamental entre la divinidad y la humanidad, y como tal, el modelo para toda la cultura del encuentro. Nosotros profesamos que Dios, el creador del mundo, se fue manifestando gradualmente a su criatura en el curso de la historia y en un determinado momento, se reveló definitivamente. La Encarnación es, por tanto, la perfecta comunicación entre Dios y el ser humano. Y esta comunicación ha tenido lugar en un encuentro: Dios se hizo prójimo. En Jesucristo, de hecho, la divinidad se ha unido totalmente a la humanidad. Este es el punto de partida para comprender la profundidad del mensaje del Papa Francisco y la necesidad de utilizar la comunicación para crear una verdadera fraternidad y cultura del encuentro.
Comunicar es acercarse, hacerse prójimo, como lo hace Dios en la Encarnación. Sin embargo, este acercamiento logrado en Jesús Cristo es dinámico y edificante. La divinidad no solo se acerca a la humanidad, sino que la envuelve y la transforma. Dios se revela, muestra cómo es, asumiendo plenamente la condición humana. Algo similar es lo que sucede al Buen Samaritano, una parábola que nos ayuda a entender que comunicar es encontrar y aproximarse; y que hacerse prójimo es cuidar, compartir una condición, tener compasión (sentir o sufrir con). No es suficiente andar por sendas digitales y “ver” a las personas. Se necesita «sentir con», «crear con», compartir algo más que sólo palabras e imágenes. Debemos involucrarnos, comprometernos, como el Buen Samaritano. Es necesario acercarse, «encontrar».
Comunicarnos es también correr riesgos, vencer el miedo de «volverse impuro». es salir de la zona de confort, dejando a los nuestros «palacios» comoel samaritano, que se detuvo para ayudar a un desconocido, como Dios dejó0 su reino de los cielos para venir al mundo. Sin embargo, el Samaritano no se contaminó, sino salvó un hombre; y en Jesús Cristo la divinidad no se ha hecho impura, al contrario, la humanidad ha sido salvada, redimida.
Llegamos, por consiguiente, a una cuestión delicada: ¿la Iglesia (la congregación o la Familia Paulina) hoy quiere salvar (como hizo el samaritano) o quiere evitar «contaminarse» (como el sacerdote y el levita)? Comunicar no significa estar sobre un «púlpito» o en la «cátedra» o en una oficina profiriendo bellas palabras, por verdaderas y profundas que puedan ser. Comunicar es «salir», es ir y hacer posible el encuentro. La Iglesia debe ser la primera en dar el ejemplo, debe primerear (cf. Evangelii Gaudium 24), insiste el Papa Francisco en sus enseñanzas. Debe ser la primera en salir de su «zona de confort » para ir a buscar al otro, aceptando plenamente su condición.
Así como Dios dejó su perfección para asumir el límite humano de Jesucristo, para que la verdad del Evangelio puede tocar el mundo necesitamos a mezclarnos, ir a las diferentes periferias, de acoger al diferente, que en el Papa se revela especialmente en los pobres y migrantes. Es necesario salir del despacho y la cátedra para salir a las calles y plazas (físicas y digitales). Se necesita una comunidad que puede llevar calor, inflamar el corazón. Una comunidad compañera de camino, próxima . Una comunidad que comunica vida y no conceptos abstractos.
El equilibrio y la complementariedad entre comunicación virtual y comunicación física, presencial, marcada por la escucha, por el diálogo y la cercanía es esencial para promover esta verdadera cultura del encuentro, lo que a su vez conduce a la fraternidad y la amistad universal como nos propone el Papa. ¡Qué desafío!
* Darlei Zanon es Hermano, discípulo del Divino Maestro, consejero general.